lunes, 18 de abril de 2016

No había sido choli ...


Y el cuento de la Stronguista, cuenta…


No había sido choli
Liliana Carrilo V.


La noche que hizo el anuncio oficial había cena en su casa. Su madre torturo todo el día a las dos empleadas de planta e incluso a la hija de una de estas, que había sido convocada excepcionalmente para moler la llajua y acabo lustrando los pisos. A las siete comenzó el correteo y la bulla de ollas, aspiradoras y gritos. Imposible dormir hasta las diez, como ella había planeado. Salto de la cama y se metió a la ducha. Ya vería que haría hasta las once, cuando debía ir a la reunión de la Barra.

-          ¿Estás segura? Mira que no le va a gustar a tu familia.

Le advirtió preocupado el compañero que un año atrás la había convencido de chacharse a la clase de Psicología social III e ir con él al estadio.

Era una noche de invierno con una luna gorda y brillante que competía solo con las luces del Siles. Mimetizada en la curva sur, asustada por los gritos de la Ultra Sur, al principio trato de descifrar que hacían 22 boludos corriendo tras una pelota; luego se ocupo de ver las piernas de los jugadores y comparar sus dotes. Cuando empezaba a aburrirse, redescubrió el sabor de café de termo con empanadas y luego se entrego seducida ante la grasa adictiva de las patitas y al picante de la ranga que le hacía lagrimear (y eso que ella era la mas llajuera de su casa).

Cuando chupaba de sus dedos la última gota de ranguita sintió que el suelo temblaba ante el grito de miles. El Tigre brillaba, los once en el cancha eran maestros y su gol tenia sabor a dulce, a café caliente, a picante y todo junto. La perfección era posible, después de todo. Entonces tomo la decisión, la más importante de su vida.

Llego a su casa a las ocho y, como era inevitable, la recibieron los regaños de la madre. Que como le hacía eso, que la gente ya llegaría y ella vestida como llokalla. Se cambio rápido, polera amarilla con rayas negras, jean ajustado y botas de altos tacones. Cuando bajo al comedor, solo estaban dos tías viejitas.

-          ¡Ay esta chica, no hagas renegar a tu papa!

Casi le imploraron las doñas abriendo como platos los ojos, que apenas veían.

-          ¡Puta que eres cojuda!
Grito con sorna su hermano, dos años mayor que ella, campeón de bicicrós, estudiante de economía y vicepresidente de la barra celeste.

Cuando su madre la vio empezó a llorar:

-          todo hubiese esperado de voz, pero nunca que seas traidora.

Fue nada comparado con la mirada furibunda que le echo su padre. En sus años mozos, había jugado en la segunda de Bolívar hasta que una lesión  arruino su carrera de libero y lo obligo a convertirse en economista y después en ministro de finanzas. Era diestro con los números pero nunca había dejado la pasión del futbol y menos su amor celeste; por eso, a sus hijos desde nacieron los vistió de color cielo y los lleno de uniformes, recuerdos y cuanta baratija encontrara de su equipo. A su primogénito lo convirtió sin problemas pero a ella, nunca; cosa que no le importaba demasiado porque, finalmente, “las mujeres están negadas para las cosas de hombres”.

-          ¿Cebra?... Estarás loca.

Amenazo el padre mientras dejaba caer el cigarrillo que se apago ante la visión oro y negra.

-          Ahí está, yo no había sido choli.

Respondió serena y salió orgullosa, con polera atigrada y corazón de Tigre. Había marcado su primer gol.


Del libro: Warikasaya. Cuentos Stronguistas
Pág. 182, 183.

Saludos Totales…

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