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lunes, 18 de abril de 2016

Céspedes ...


De todos los cuentos que están plasmados en esta obra de nombre: Warikasaya. Cuentos Stronguistas, este es sin lugar a dudas el que más me agrada, el que más me invita a la imaginación y a releerlo y releerlo, cada vez que abro el libro. Me encanta, es fantástico…
Y el cuento de la Estronguista, nos cuenta…


Céspedes
Mariana Ruiz Romero

Es que usted no entiende, Céspedes, no entiende y dudo que lo haga alguna vez: nunca comprenderá a una mujer corriendo tras una pelota. Menos si esta es de cuero y anda avalada por la FIFA. Claro, usted me dice que una dama de sociedad no hace esas cosas, que el futbol es de hombres y que, además, las mujeres deberíamos estar alejadas del deporte en general, no servimos ni de espectadoras.

En eso quizás le doy la razón, al menos en la familia no oí que alguna de nosotras hubiera visto jamás un partido. Pero que le dábamos a la pelota, a escondidas, pues es casi una tradición. Fíjese que mi abuela, aparte de fumar en el baño para que no la descubrieran, se mandaba unas campanas con la bola, entre cacerolas y guisados, que nos marcaron para siempre. Nadie lo sabe, pero mi madre tuvo que divorciarse por un gol que le hizo a su marido, de chilenita y con chinelas, en secreto entrenamiento que, a pesar de no haberlo visto nadie, lo humillo de por vida.

¿Y qué le puedo decir yo? Claro que se enojo cuando me vio correr descalza en aquel open – house, pero es que de mi madre lo aprendí todo; menos el poder esconder este imán que significa para nosotras una pelota. Menos mal que los tiempos han cambiado, y todavía puedo aspirar a un buen matrimonio a pesar de ciertos deslices sobre el césped. Fíjese, por lo menos puedo diseñar trajes claros que permiten correr sin perder el decoro, hasta pude meter alguna vez goles arriba de tacones altísimos… lo que más nos temíamos, además, va en camino de resolverse. Quitarnos el sexo fue siempre la amenaza más potente, pero con las otras consiguiendo cada vez más derechos, nosotras podremos alcanzar esos placeres sin problemas, quizás alguna vez, sin coartadas. Y eso será pronto, así que no me recrimine mas y vístase, Céspedes, que tengo un pastel en el horno, y en la mañana jugamos con las primas, todas ellas aurinegras.

Del libro: Warikasaya. Cuentos Stronguistas.
Pág. 110, 112

Saludos Totales…

No había sido choli ...


Y el cuento de la Stronguista, cuenta…


No había sido choli
Liliana Carrilo V.


La noche que hizo el anuncio oficial había cena en su casa. Su madre torturo todo el día a las dos empleadas de planta e incluso a la hija de una de estas, que había sido convocada excepcionalmente para moler la llajua y acabo lustrando los pisos. A las siete comenzó el correteo y la bulla de ollas, aspiradoras y gritos. Imposible dormir hasta las diez, como ella había planeado. Salto de la cama y se metió a la ducha. Ya vería que haría hasta las once, cuando debía ir a la reunión de la Barra.

-          ¿Estás segura? Mira que no le va a gustar a tu familia.

Le advirtió preocupado el compañero que un año atrás la había convencido de chacharse a la clase de Psicología social III e ir con él al estadio.

Era una noche de invierno con una luna gorda y brillante que competía solo con las luces del Siles. Mimetizada en la curva sur, asustada por los gritos de la Ultra Sur, al principio trato de descifrar que hacían 22 boludos corriendo tras una pelota; luego se ocupo de ver las piernas de los jugadores y comparar sus dotes. Cuando empezaba a aburrirse, redescubrió el sabor de café de termo con empanadas y luego se entrego seducida ante la grasa adictiva de las patitas y al picante de la ranga que le hacía lagrimear (y eso que ella era la mas llajuera de su casa).

Cuando chupaba de sus dedos la última gota de ranguita sintió que el suelo temblaba ante el grito de miles. El Tigre brillaba, los once en el cancha eran maestros y su gol tenia sabor a dulce, a café caliente, a picante y todo junto. La perfección era posible, después de todo. Entonces tomo la decisión, la más importante de su vida.

Llego a su casa a las ocho y, como era inevitable, la recibieron los regaños de la madre. Que como le hacía eso, que la gente ya llegaría y ella vestida como llokalla. Se cambio rápido, polera amarilla con rayas negras, jean ajustado y botas de altos tacones. Cuando bajo al comedor, solo estaban dos tías viejitas.

-          ¡Ay esta chica, no hagas renegar a tu papa!

Casi le imploraron las doñas abriendo como platos los ojos, que apenas veían.

-          ¡Puta que eres cojuda!
Grito con sorna su hermano, dos años mayor que ella, campeón de bicicrós, estudiante de economía y vicepresidente de la barra celeste.

Cuando su madre la vio empezó a llorar:

-          todo hubiese esperado de voz, pero nunca que seas traidora.

Fue nada comparado con la mirada furibunda que le echo su padre. En sus años mozos, había jugado en la segunda de Bolívar hasta que una lesión  arruino su carrera de libero y lo obligo a convertirse en economista y después en ministro de finanzas. Era diestro con los números pero nunca había dejado la pasión del futbol y menos su amor celeste; por eso, a sus hijos desde nacieron los vistió de color cielo y los lleno de uniformes, recuerdos y cuanta baratija encontrara de su equipo. A su primogénito lo convirtió sin problemas pero a ella, nunca; cosa que no le importaba demasiado porque, finalmente, “las mujeres están negadas para las cosas de hombres”.

-          ¿Cebra?... Estarás loca.

Amenazo el padre mientras dejaba caer el cigarrillo que se apago ante la visión oro y negra.

-          Ahí está, yo no había sido choli.

Respondió serena y salió orgullosa, con polera atigrada y corazón de Tigre. Había marcado su primer gol.


Del libro: Warikasaya. Cuentos Stronguistas
Pág. 182, 183.

Saludos Totales…

El Dios Tigre ...


Y el cuento, cuenta:



El Dios Tigre
De: Oscar Díaz Arnau


A Raúl “Chupa” Rivero,
emblema de todos, pero
especialmente de Roberta, y de
Pachi, claro

Y cuando el “Chupa” estaba durmiendo – porque ella sabía los horarios de su sueño – entonces no le quedaba más remedio que rezarle a Dios.

Del libro: Warikasaya. Cuentos Stronguistas
Pág. 49

Saludos Totales…

Poema al Chupa Riveros ...


Y el poema dice:

Al Chupa Riveros
Rodny Montoya

El grito inevitable,
Alabanza de piedra al sol,
Era palabra desbocada
Eternidad tallada en la piel
Y un eco de montaña y gloria
Que habitaba en la ciudad.
Pero como en todo,
El silencio se hizo noche sobre la espalda
(Comunión de huesos y tierra)
Y el grito se poso
A la sombra de su historia
Repitiéndose a sí mismo:
Warikasaya Kalatakaya
Warikasaya Kalatakaya.

Y ahora el grito
Es ese temblor de brizna
Antes de la batalla.


Del libro: Warikasaya. Cuentos Stronguistas
Pág. 115

Saludos Totales…