Buscando, desempolvando y revisando, encontré un
maltrecho y pequeño libro de amarillas hojas, este pequeño libro pertenecía a
mi abuelo Delfín Uzquiano Meneses. Y hojeando entre sus páginas encontré varias
de estas interesantes cartas …
Pensar que en tiempos anteriores a los actuales, los
jóvenes galantes y otros no tan galantes, tenían que recurrir a este tipo de
manuscritos para comunicar o para expresar su aprecio o enamoramiento por una
señorita o dama …
Y ella, tenía que leer los escritos que le permitían
imaginar a ocasional galán. Pero también ellas tenían la posibilidad de
contestar la nota, brindando en ella su aprobación, como también su rechazo …
En una siguiente publicación transcribiré estas últimas,
son geniales …
Hoy, el tiempo paso y los mecanismos mejoraron o
empeoraron, pero sencillamente puedo imaginar cómo eran esos tiempos, donde le
mas mínimo detalle ortográfico, de presentación (perfumar las cartas), la
letra, el estilo y contenido, eran minuciosamente revisadas por ellas …
A continuación un par de ejemplos:
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Cartas…
Señorita:
No fue la casualidad lo que me hizo
encontrarla a usted en mi camino. El destino, sin duda, la puso a usted ante
mis ojos para que yo admirara la perfección infinita de sus obras; el destino
la hizo a usted cruzar mi senda para que huyese la tranquilidad de mi espíritu
y se convirtiera en afanes la placidez de mi vida. Y desde entonces vivo sin
vivir y muero sin acabar de morirme.
No quiero analizar el trastorno, la
turbación, la profunda huella que han dejado en mi alma la contemplación de su
hermosura y la consideración de sus gracias. ¿Para qué? Me basta sentir que
usted es mi único pensamiento, y me basta saber que por usted suspiro y por su
amor aliento. No sé si mis ansias hallaran en el de usted la recompensa; pero
el silencio me ahoga; y el egoísmo me arrastra a comunicarle mis sensaciones,
mi intranquilidad y mi ardiente deseo de hallar en usted consuelo a mis
amarguras.
¿Se hará esperar mucho su respuesta?
La aguarda anhelante su apasionado y rendido.
Jamaku WilaWila
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Señorita:
Al
entregarme al placer, o a la necesidad, de escribir a usted esta carta, he de
comenzar por suplicarle que me escuche. Comprendo que, para atreverme a
comunicar a usted mis sentimientos, necesito su indulgencia; seria inútil
justificarlo. Después de todo, ¿Qué voy a hacer sino a poner ante sus ojos la
propia obra de usted? ¿Qué voy a decirle que mis miradas, mi conducta y hasta
mi silencio no le hayan dicho ya? y, ¿Por qué había usted de enojarse al
escuchar la expresión de un sentimiento que ha originado usted misma? Emanado,
sin duda, de usted, es digno de serle ofrecido; si es ardiente como mi alma,
también es puro como la de usted. ¿Sería un crimen haber sabido apreciar el
merito de sus encantadoras facciones, de sus seductoras cualidades, de sus
arrobadoras gracias, de su inefable candor? No, ciertamente; pero, sin llegar a
ser culpable, se puede ser desgraciado, y esta es la suerte que me espera si
usted rechaza el cariño que le ofrezco.
Y es el primero que mi corazón ofrece: sin usted, no
digo que seria feliz; pero si que viviría tranquilo. Respóndame usted, dígame
una sola palabra y me habrá usted hecho feliz para toda la vida; pero piénsela
antes de pronunciarla; que una palabra también puede labrar la infelicidad de
un hombre.
Acabare como he comenzado: implorando su indulgencia;
pero sin antes le suplique que me escuchara, ahora le ruego que me responda.
Rehusarlo sería hacerme creer que se había usted ofendido, y mi corazón me
asegura que mi amor y mi respeto son absolutamente iguales.
Casicho Duraznuni
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Saludos Totales …
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