Jawita.
¿Quién no degusto
de esta típica y tradicional empanada Irupaneña?. Pues todo aquel que visito el paraíso
Yungueño de nombre Irupana. Y si no los hizo, pues cometió un pecado mortal y
privo a su paladar de uno de los majares más exquisitos y tradicionales de
nuestra región Yungueña. Entonces, y sin mucho preámbulo, los invito a leer
este artículo en el cual encontraras detalles de la “Jawita”.
El texto a continuación, es extraído de la
revista y/o periódico “elMancebao”.
Revista local del pueblo de Irupana, misma que rescata información, datos y
detalles de la historia del municipio y de sus alrededores. Este periódico se
construye bajo la dirección del periodista Irupaneño: Guimer Marcelino Zambrana Salas. Y el numero del cual rescatamos la
presente nota corresponde al: Año 7 -
Numero 7 – Irupana, agosto de 2009.
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María Salas Vidal es la Jawitera más conocida
del lugar en el que nacieron las empanadas
La Capital
de las Jawitas
Una
arroba de harina de trigo producido en Cochabamba, 40 quesos cuajados en el
altiplano paceño y cuarta libra de achiote yungueño. La mezcla de todos los
ingredientes debe ser realizada en Irupana. En cualquier otro lugar le saldrán
empanadas, solo en Irupana, Jawitas.
No son
llauchas paceñas ni las universales empanadas de queso, son las Jawitas Irupaneñas. No tienen caldo de
queso como las primeras ni tienen queso seco como las segundas, ¡en su punto!
Y, lo más característico, están cubiertas de jawi.
Las
Jawitas son bocado fundamental del patrimonio culinario Irupaneño. ¿Desde cuándo?
La memoria se pierde fácilmente en el siglo XIX. Maria Salas Vidal, la Jawitera
Irupaneña más conocida y reconocida de los últimos tiempos, cuenta que ella
aprendió el oficio de señoras que hicieron las empanadas durante toda su
existencia, las que también aprendieron de otras viejas que heredaron su
habilidad de sus mayores.
“Yo aprendí
a hacer Jawitas viendo a doña Lucia Cano. En esa época también hacia doña
Ronolfa. Ellas hacían Jawitas para vender y, desde entonces, venían desde todos
los lugares a comer Jawitas a Irupana”, rememora.
Desde
la colonia, el centro del poblado de Irupana vistió pollera corta. Hasta la
guerra del Chaco, unas 43 chicherías funcionaban en el lugar, las que competían
por cual ofrecía la mejor chicha y comida. Desde entonces, la producción de
coca generaba un gran movimiento económico que había sido el imán para atraer
flujos migrantes que partieron desde lo que hoy es la provincia Ayopaya, del
departamento de Cochabamba. Es lógico suponer que es en ese afán que surgen las
Jawitas.
Los
viejos cuentan que surgieron el día en que uno de los hornos de la población
estaban elaborando empanadas. Resulta que a una de las amasadoras se le ocurrió
cubrir algunas de ellas con el Jawi que había sobrado de los panes, dando a luz
los deliciosos bocados. No hay certeza sobre lo ocurrido, pero lo cierto es que
las Jawitas llegaron a Irupana para quedarse.
Con las manos en la masa
Fue la
necesidad la que empujo a María Salas Vidal a las latas y los balayes. Su
abuela Daria, con la que vivía, había fallecido. Ella, bastante joven, tenía
que hacer algo para pagar el lojro diario.
Lo
lógico habría sido que se dedique a los Chicharrones y enrollados. Su vieja
antecesora era un experta en los platos de carne de cerdo, como buena
cochabambina. “Mandaba sus enrollados hasta La Paz, eran bien buscados”,
recuerda.
Pero
ella quiso amasar su futuro. Comenzó haciendo panes. Agarro un contrato con los
dueños del aserradero que funcionaba en Alto Santa Ana, quienes luego
demandaron las Jawitas que, ya para entonces, eran famosas en Irupana. María
Salas Vidal había visto preparar las empanadas en uno de los hornos de la
población, pero se animo a atender el solitario pedido. Luego se multiplicaron
las solicitudes y no pudo sacar nunca más sus manos de la masa.
Sus
hijas Nancy y Pepa fueron acunadas en el balay: “La una jusleaba, la otra
arrollaba, yo hacia la Jawita. Delia jugaba con las latas: “Llevaba las latas
desde la casa al horno en moto”. Maria y Luis tiznaron las manos. “Mi Lucho horneaba
cuando no había maestro y se pintaba hasta la cara”. La familia cambio su
identidad, ya eran los “Jawiteros”: “He criado a mis wawas con la Jawita”.
Doña
Marica es todavía sinónimo de Jawitas en Irupana, pese a que hace muchos años a
colgado el uslero. Mirando a ninguna parte recuerda los días de gloria: “El
chofer y los pasajeros del bus que debía salir a La Paz a las 5 de la mañana
esperaban hasta las 6 por desayunas Jawitas”. “Venían desde Chulumani por nada
mas mis Jawitas”. “Hacia Jawitas toda las semana y todos los días acababa”.
También
queda bilis en el hígado: “Uno de los profesores que era de Irupana me prohibió
en ingreso al colegio para vender mis Jawitas. Lo cito la propia alcaldesa que
me dejara entrar”. Los chicos y chicas del único establecimiento secundario de
la población compraban Jawitas por debajo de la puerta, el sabor de la empanada
rompía todas las barreras.
A
diario, arrobas de harina resignaban su condición para transformarse en masa y
dar forma y sabor al alimento. El abuelo Dámaso Carrillo era el aprovisionador
del trigo molido, el azúcar y la manteca, el Bernaco traía los quesos del
Altiplano y Marica y familia se encargaba del sazón.
Las
empanadas de queso competían con las de salsa. Ambas se mezclaban en un sabor
agridulce al encontrarse en el paladar con el plátano Guayaquil, el acompañante
ideal del delicioso bocado. Y si no hay maduro, el tradicional chocolate.
Las Jawitas son el resultado del histórico
mestizaje que tuvo lugar en Irupana. Harina, quesos y achiote: Quechuas,
Aymaras y Yungueños. Es la clásica empanada que se hizo Irupaneña adquiriendo
personalidad propia.
Como de
costumbre y con la única finalidad de promover mas a nuestra región Yungueña, y
esperando que el articulo haya sido de vuestro agrado, me despido con el tradicional,
conocido y reconocido…
Saludos
Totales…
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