miércoles, 31 de agosto de 2016

Jawita ...

Jawita.

¿Quién no degusto de esta típica y tradicional empanada Irupaneña?. Pues todo aquel que visito el paraíso Yungueño de nombre Irupana. Y si no los hizo, pues cometió un pecado mortal y privo a su paladar de uno de los majares más exquisitos y tradicionales de nuestra región Yungueña. Entonces, y sin mucho preámbulo, los invito a leer este artículo en el cual encontraras detalles de la “Jawita”.
El texto a continuación, es extraído de la revista y/o periódico “elMancebao”. Revista local del pueblo de Irupana, misma que rescata información, datos y detalles de la historia del municipio y de sus alrededores. Este periódico se construye bajo la dirección del periodista Irupaneño: Guimer Marcelino Zambrana Salas. Y el numero del cual rescatamos la presente nota corresponde al: Año 7 - Numero 7 – Irupana, agosto de 2009.
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María Salas Vidal es la Jawitera más conocida del lugar en el que nacieron las empanadas


La Capital de las Jawitas

Una arroba de harina de trigo producido en Cochabamba, 40 quesos cuajados en el altiplano paceño y cuarta libra de achiote yungueño. La mezcla de todos los ingredientes debe ser realizada en Irupana. En cualquier otro lugar le saldrán empanadas, solo en Irupana, Jawitas.
No son llauchas paceñas ni las universales empanadas de queso, son las Jawitas Irupaneñas. No tienen caldo de queso como las primeras ni tienen queso seco como las segundas, ¡en su punto! Y, lo más característico, están cubiertas de jawi.
Las Jawitas son bocado fundamental del patrimonio culinario Irupaneño. ¿Desde cuándo? La memoria se pierde fácilmente en el siglo XIX. Maria Salas Vidal, la Jawitera Irupaneña más conocida y reconocida de los últimos tiempos, cuenta que ella aprendió el oficio de señoras que hicieron las empanadas durante toda su existencia, las que también aprendieron de otras viejas que heredaron su habilidad de sus mayores.
“Yo aprendí a hacer Jawitas viendo a doña Lucia Cano. En esa época también hacia doña Ronolfa. Ellas hacían Jawitas para vender y, desde entonces, venían desde todos los lugares a comer Jawitas a Irupana”, rememora.
Desde la colonia, el centro del poblado de Irupana vistió pollera corta. Hasta la guerra del Chaco, unas 43 chicherías funcionaban en el lugar, las que competían por cual ofrecía la mejor chicha y comida. Desde entonces, la producción de coca generaba un gran movimiento económico que había sido el imán para atraer flujos migrantes que partieron desde lo que hoy es la provincia Ayopaya, del departamento de Cochabamba. Es lógico suponer que es en ese afán que surgen las Jawitas.
Los viejos cuentan que surgieron el día en que uno de los hornos de la población estaban elaborando empanadas. Resulta que a una de las amasadoras se le ocurrió cubrir algunas de ellas con el Jawi que había sobrado de los panes, dando a luz los deliciosos bocados. No hay certeza sobre lo ocurrido, pero lo cierto es que las Jawitas llegaron a Irupana para quedarse.
Con las manos en la masa
Fue la necesidad la que empujo a María Salas Vidal a las latas y los balayes. Su abuela Daria, con la que vivía, había fallecido. Ella, bastante joven, tenía que hacer algo para pagar el lojro diario.
Lo lógico habría sido que se dedique a los Chicharrones y enrollados. Su vieja antecesora era un experta en los platos de carne de cerdo, como buena cochabambina. “Mandaba sus enrollados hasta La Paz, eran bien buscados”, recuerda.
Pero ella quiso amasar su futuro. Comenzó haciendo panes. Agarro un contrato con los dueños del aserradero que funcionaba en Alto Santa Ana, quienes luego demandaron las Jawitas que, ya para entonces, eran famosas en Irupana. María Salas Vidal había visto preparar las empanadas en uno de los hornos de la población, pero se animo a atender el solitario pedido. Luego se multiplicaron las solicitudes y no pudo sacar nunca más sus manos de la masa.
Sus hijas Nancy y Pepa fueron acunadas en el balay: “La una jusleaba, la otra arrollaba, yo hacia la Jawita. Delia jugaba con las latas: “Llevaba las latas desde la casa al horno en moto”. Maria y Luis tiznaron las manos. “Mi Lucho horneaba cuando no había maestro y se pintaba hasta la cara”. La familia cambio su identidad, ya eran los “Jawiteros”: “He criado a mis wawas con la Jawita”.
Doña Marica es todavía sinónimo de Jawitas en Irupana, pese a que hace muchos años a colgado el uslero. Mirando a ninguna parte recuerda los días de gloria: “El chofer y los pasajeros del bus que debía salir a La Paz a las 5 de la mañana esperaban hasta las 6 por desayunas Jawitas”. “Venían desde Chulumani por nada mas mis Jawitas”. “Hacia Jawitas toda las semana y todos los días acababa”.
También queda bilis en el hígado: “Uno de los profesores que era de Irupana me prohibió en ingreso al colegio para vender mis Jawitas. Lo cito la propia alcaldesa que me dejara entrar”. Los chicos y chicas del único establecimiento secundario de la población compraban Jawitas por debajo de la puerta, el sabor de la empanada rompía todas las barreras.
A diario, arrobas de harina resignaban su condición para transformarse en masa y dar forma y sabor al alimento. El abuelo Dámaso Carrillo era el aprovisionador del trigo molido, el azúcar y la manteca, el Bernaco traía los quesos del Altiplano y Marica y familia se encargaba del sazón.
Las empanadas de queso competían con las de salsa. Ambas se mezclaban en un sabor agridulce al encontrarse en el paladar con el plátano Guayaquil, el acompañante ideal del delicioso bocado. Y si no hay maduro, el tradicional chocolate.
Las Jawitas son el resultado del histórico mestizaje que tuvo lugar en Irupana. Harina, quesos y achiote: Quechuas, Aymaras y Yungueños. Es la clásica empanada que se hizo Irupaneña adquiriendo personalidad propia.


Como de costumbre y con la única finalidad de promover mas a nuestra región Yungueña, y esperando que el articulo haya sido de vuestro agrado, me despido con el tradicional, conocido y reconocido…

Saludos Totales… 

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