1890
Buenos Aires
Tangueando
El tango, hijo tristón de la alegre milonga, ha nacido en los corrales
suburbanos y en los patios de conventillo.
En las dos orillas del Plata, es música de mala fama. La bailan, sobre
piso de tierra, obreros y malevos, hombres de martillo o cuchillo, macho con
macho si la mujer no es capaz de seguir el paso muy entrador y quebrado o si le
resulta cosa de putas el abrazo tan cuerpo a cuerpo: la pareja se desliza, se
hamaca, se despereza y se florea en cortes y filigranas.
El tango viene de las tonadas gauchas de tierra adentro y viene de la
mar, de los cantares marineros. Viene de los esclavos del África y de los
gitanos de Andalucía. De España trajo la guitarra, de Alemania el bandoneón y
de Italia la mandolina. El cochero del tranvía de caballos le dio su corneta de
guampa y el obrero inmigrante su armónica, compañera de soledades. Con paso
demorón, el tango atravesó cuarteles y bodegones, picaderos de circos
ambulantes y patios de prostíbulos de arrabal. Ahora los organitos lo pasean
por las calles de las orillas de Buenos Aires y de Montevideo, rumbo al centro,
y los barcos se lo llevan a loquear a París.
Del libro: Memorias del Fuego III
Pág. 205 – 206
De: Eduardo Galeano
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